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martes, 11 de abril de 2017

JERÓNIMO SAVONAROLA: Precursor de la Gran Reforma 1452-1498

(Extractado del libro "Biografías de Grandes Cristianos" de Orlando Boyer)

     Jerónimo era el tercero de los siete hijos de la familia Savonarola. Cuando aún era niño, tenía la costumbre de orar, y a medida que fue creciendo, su fervor en la oración y el ayuno fue en aumento. La decadencia de la iglesia, llena de toda clase de vicios y pecados, el lujo y la ostentación de los ricos en contraste con la profunda pobreza de los pobres, le afligían el corazón. La oración era su mayor consuelo.
      Resentido con el mundo, desilusionado de sus propios anhelos, sin encontrar a nadie que le pudiese aconsejar, y cansado de presenciar las injusticias y perversidades que lo rodeaban, las cuales no podía remediar, resolvió abrazar la vida monástica. En el claustro, Savonarola se dedicó con más ahínco aún a la oración, al ayuno y a la contemplación en la presencia de Dios.
       Después de haber pasado siete años en el monasterio de Boloña, Fray Jerónimo fue para el convento de San Marcos, en Florencia. Cuando llegó, su desilusión fue muy grande al comprobar que el pueblo florentino era tan depravado como el de cualquier otro lugar. Cierto día, al dirigirse a una monja, vio repentinamente, que los cielos se abrieron, y delante de sus ojos pasaron todas las calamidades que sobrevendrán a la Iglesia. Entonces le pareció oír una voz que desde el cielo le ordenaba que anunciara todas esas cosas a la gente. Convencido de que la visión era del Señor, comenzó nuevamente a predicar con voz de trueno. 
       Bajo una nueva unción del Espíritu Santo, sus sermones en que condenaba al pecado eran tan impetuosos, que muchos de los oyentes se quedaban por algún tiempo aturdidos y sin deseos de hablar en las calles. Los hombres más cultos comenzaron entonces a asistir a sus predicaciones en Florencia; fue necesario realizar las reuniones en el Duomo, famosa catedral, donde continuó predicando durante ocho años. El corrompido regente de Florencia, Lorenzo de Médicis, trató por todos los medios posibles, como la lisonja, las dádivas de cohecho, las amenazas y los ruegos, inducir a Savonarola a que desistiese de predicar contra el pecado, y especialmente contra las perversidades del regente. Por fin, viendo que todo era inútil, contrató al famoso predicador Fray Mariano para que predicase contra Savonarola. Fray Mariano predicó un sermón, pero el pueblo no le prestó atención a su elocuencia y astucia, por lo que Fray Mariano no se atrevió a predicar más. Fue en ese tiempo que Savonarola profetizó que Lorenzo, el Papa y el rey de Nápoles iban a morir dentro de un año, lo que efectivamente sucedió.
        Después de la muerte de Lorenzo, Carlos VIII de Francia invadió a Italia y la influencia de Savonarola aumentó todavía más. La gente abandonó la literatura banal y mundana para leer los sermones del famoso predicador. Los ricos socorrían a los pobres en vez de oprimirlos. Fue en ese tiempo que el pueblo preparó una gran hoguera en la "piazza" (plaza) de Florencia y quemó una gran cantidad de artículos usados para fomentar vicios y vanidades.
    Sin embargo, el éxito de Savonarola fue muy breve. El predicador fue amenazado, excomulgado y, por fin, en el año 1498, por orden del Papa, fue ahorcado y su cadáver quemado en la plaza pública. Pronunciando las palabras: "¡El Señor sufrió tanto por mil" terminó la vida terrestre de uno de los más grandes y más abnegados mártires de todos los tiempos. A pesar de que hasta la hora de su muerte él sustentó muchos de los errores de la Iglesia Romana, enseñaba que todos los que son realmente creyentes están en la verdadera iglesia. Sus libros sobre "La humildad", "La oración", "El amor", etc., continúan ejerciendo gran influencia sobre los hombres.
       Destruyeron el cuerpo de ese precursor de la Gran Reforma, pero no pudieron apagar las verdades que Dios, por su intermedio, grabó en el corazón del pueblo.

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