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Baluarte de La Verdad, es un ministerio cristiano evangélico sin ánimo de lucro, para difundir la sana doctrina según nos ha llegado por la revelación contenida en los 66 libros de La Biblia, las cuales constituyen la única, toda suficiente, segura e infalible regla del conocimiento, fe y obediencia salvadoras.

viernes, 14 de abril de 2017

El Ser de Dios: Consideraciones Preeliminares-I


       Al aproximarnos al estudio del Ser de Dios conviene insistir en una serie de cuestiones preeliminares y preparatorias que nos brindarán las herramientas adecuadas para emprender el necesario y fascinante tema de la naturaleza de Dios, hemos de quitarnos el calzado porque el terreno que estaremos pisando es SANTO.

UNA ACTITUD CORRECTA

Una actitud reverente y humilde:

Isaías 6:1-5.

"En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime,  y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines;  cada uno tenía seis alas;  con dos cubrían sus rostros,  con dos cubrían sus pies,  y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces,  diciendo: Santo,  santo,  santo,  Jehová de los ejércitos;  toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba,  y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto;  porque siendo hombre inmundo de labios,  y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos,  han visto mis ojos al Rey,  Jehová de los ejércitos."


       Estudiar la doctrina de Dios es aproximarnos a contemplar al Rey, Jehová de los ejércitos, donde le vemos exaltado y sublime en su santidad, su gloria y su omnipotencia. Y en relación a este hecho escribe Juan Calvino:

(Juan Calvino, Instituciones, 1:1:2)

“Es cosa evidente que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo. Porque estando arraigado en nosotros el orgullo y soberbia, siempre nos tenemos por justos, perfectos, sabios y santos, a no ser que con manifiestas pruebas seamos convencidos de nuestra injusticia, fealdad, locura y suciedad; pero no nos convencemos si solamente nos consideramos a nosotros y no a Dios, el cual es la sola regla con que se debe ordenar y regular este juicio. Porque como todos nosotros estamos por nuestra naturaleza inclinados a la hipocresía, cualquier vana apariencia de justicia nos dará tanta satisfacción como si fuese la misma justicia. Y porque alrededor de nosotros no hay cosa que no esté manchada con grande suciedad, lo que no es tan sucio nos parece limpísimo mientras mantengamos nuestro entendimiento dentro de los límites de la suciedad de este mundo; de la misma manera que el ojo, que no tiene delante de sí más color que el negro, tiene por blanquísimo lo que es medio blando u oscuro…
 De esta misma manera acontece en la consideración de las cosas espirituales. Porque mientras no miramos más que las cosas terrenas, satisfechos con nuestra propia justicia, sabiduría y potencia, nos sentimos muy ufanos y hacemos tanto caso de nosotros que pensamos que ya somos medio dioses. Pero al comenzar a poner nuestro pensamiento en Dios y a considerar cómo y cuán exquisita sea la perfección de su justicia, sabiduría y potencia a la cual nosotros nos debemos conformar y regular, lo que antes con un falso pretexto de justicia nos contentaba en gran manera, luego lo abominaremos como una gran maldad; lo que en gran manera, por su aparente sabiduría, nos ilusionaba, nos apestará como una extrema locura; y lo que nos parecía potencia, se descubrirá que es una miserable debilidad.”

        Cuando vemos la sabiduría de Dios, vemos nuestra ignorancia. Cuando vemos el poder de Dios, vemos nuestra impotencia. Cuando vemos la justicia de Dios, vemos nuestra suciedad. Cuando vemos la independencia de Dios, vemos nuestra dependencia y debilidad. Cuando vemos su amor, vemos nuestro egoísmo.
¿Por qué dijo Isaías que era un hombre inmundo de labios? ¿Acaso era él un hombre mentiroso, chismoso y maldiciente? No, él no era un impío, era el profeta de Dios. Pero cuando vio la santidad de Dios, también vio su propia inmundicia. ¿No fue esa también la experiencia de Job cuando experimentó arrepentimiento al final del libro que lleva su nombre?
Job 42.1-6

"Respondió Job a Jehová, y dijo:  Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza. "

Una actitud de fe salvadora:

Hebreos 11:6

"Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan."

       Así como no hay lugar para la arrogancia en el estudio de Dios, tampoco hay lugar para la incredulidad. El espíritu de incredulidad crítica es desagradable a los ojos de Dios.
¡Qué el Señor nos conceda por su Espíritu la actitud adecuada para estudiarle y conocerle!

Una actitud de apego absolutamente escritural:

     Si hay un tema que demanda absoluto sustento Escritural es este. Es completamente inútil y extremadamente peligroso arribar a conclusiones respecto al Ser de Dios a través de la filosofía, las tradiciones, la experiencia o la naturaleza. Todos los esfuerzos humanos por entender la naturaleza divina en cualquiera de estas áreas antes mencionadas, no solo han sido infructuosos, sino que generalmente han terminado en algún tipo abominable de herejía. Por tanto conviene anclar nuestro conceptos de este tema a la Escritura y solamente la Escritura.

Conclusión:

       Aunque de manera breve, hemos planteado la necesidad de tener una actitud correcta al acercarnos al estudio de Ser de Dios, en al menos tres aspectos:

.-Una actitud reverente y humilde.
.-Una actitud de fe salvadora.
.-Una actitud de apego absolutamente escritural (bíblica).

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